sábado, 12 de enero de 2008

Las arquitecturas del deseo


José Antonio Marina
ANAGRAMA
2007
La economía opulenta (Galbraith) ha alterado radicalmente las funciones de la economía. El sistema productivo actual ya no está dirigido a satisfacer las necesidades existentes. Hay un exceso de producción (el sistema necesita producir –huída hacia adelante de los países desarrollados consumistas-) que ya no se rige por la demanda del cliente, sino por la misma oferta que el sistema crea (necesita crear).
En este nuevo régimen la publicidad deja de ser una ayuda para convertirse en un componente esencial de la nueva economía, que deja de ser economía de la demanda para convertirse en economía de la oferta. Su función es producir sujetos deseantes o, lo que es igual, hacer a los individuos conscientes de sus carencias. En este contexto debemos considerar la industria publicitaria un eficaz “intelectual colectivo” al servicio del mercado opulento.

La hipertrofia del mercado provoca insatisfacción porque produce necesidades y apetencias que sólo pueden ser efímeramente satisfechas (consumir significa aniquilar el objeto, con lo que para mantener el fuego del deseo encendido es preciso echar continuamente más madera).
Lo importante de la apetencia y el capricho es que se presenta como una urgencia que ha de ser resuelta inmediatamente, nos despeña por abismos superficiales, nos permite hacer submarinismo emocional en un charquito.
Aristóteles decía: Los deseos derivan del carácter, pero el carácter deriva de nuestra acción, por ello podemos con nuestros actos cambiar el carácter, y hacia eso se encamina la educación.
La inteligencia, además de resolver ecuaciones diferenciales, es sobretodo la aptitud para organizar los comportamientos, descubrir valores, inventar proyectos, mantenerlos, ser capaz de liberarnos del determinismo de la situación, solucionar problemas, plantearlos, prolongar el dinamismo de los deseos con proyecto sugestivos.

Y uno de sus proyectos más ambiciosos y constantes ha sido liberarse. La libertad, que al fin y al cabo es un componente de la esencia humana, tiene la misma condición que ésta: no es un comienzo sino una tarea.

El proyecto va a activar, motivar o dirigir la acción. Una vez que le entregamos el control, el proyecto reorganiza nuestra conducta. Y esto nos permite acceder a una libertad creadora.

El contrasentido se produce cuando empleamos nuestra libertad, sin saberlo, en encerrarnos en un círculo. Por ignorancia (Proyectos Profesionales vs Proyectos Vitales).
El pensamiento utópico va a consistir en inventar un modelo ideal quien, por comparación con un presente miserable, estimule el deseo, y, si lo consigue, pondrán en marcha un inacabable proceso de ajuste homeostático, esta vez, espiritual.

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