viernes, 25 de enero de 2008

La fuerza del Optimismo


(En algún lugar del camino alternativo al SIK, en busca del KNIZE - El Tesoro (Petra)
Un pedregal tan seco como hermoso)
La fuerza del optimismo
Luis Rojas Marcos
Biblioteca Crecimiento Personal
Enero. 2008
Aprender a sentir y pensar en positivo
En los últimos cincuenta años, gracias al mejor conocimiento que tenemos sobre el funcionamiento del cerebro y los procesos que regulan la toma de decisiones de la personas, se ha llegado a la conclusión de que los sentimientos desempeñan un papel fundamental en la forma de pensar y de interpretar el mundo.

Determinados centros cerebrales, -por ejemplo, el hipotálamo y la amígdala-, que están encargados de elaborar y modular las emociones, estimulan a su vez las neuronas especializadas en razonar. Como resultado, existe una coherencia entre lo que sentimos y lo que pensamos.

Quienes logran mantener en general un estado de ánimo moderadamente alegre tienen altas probabilidades de tener una disposición optimista. Está demostrado que un estado de ánimo positivo estimula recuerdos placenteros y bloquea las memorias desagradables. Por el contrario, las personas que se sienten tristes tienden a evocar preferentemente experiencias negativas y a olvidar las positivas.

En cuanto a la visión del futuro, los individuos alegres se inclinan a predecir hechos favorables y a considerar que serán beneficiados por ellos, mientras que las personas desalentadas tienen una alta propensión a augurar infortunios y a anticipar que serán víctimas de ellos. Esto ocurre incluso en individuos a quienes se induce artificialmente a sentirse alegres o tristes antes de preguntarles su opinión sobre el futuro.

Es evidente que no tenemos control sobre la miríada de factores que influyen en nuestro estado de ánimo; desde el equipaje genético hasta la personalidad, pasando por la salud física y mental, las condiciones del medio o los sucesos inesperados que nos afectan. Pero no es menos cierto que podemos alimentar nuestras emociones positivas y programar situaciones que las favorezcan.

José Antonio Marina en su ensayo “El laberinto sentimental” nos sugiere que para reformar nuestra personalidad afectiva, con el fin de disfrutar más de la vida, es necesario añadir sentimientos esperanzadores que sin menoscabar la razón y la prudencia, permitan “hacer del náufrago un navegante”

Cualquier trabajo que realicemos para cultivar emociones positivas implica identificar y fomentar las situaciones bajo nuestro control que nos producen sentimientos de satisfacción y tratar de eliminar, o al menos reducir, aquellas que nos entristecen. En este sentido, la evidencia acumulada apunta consistentemente a los beneficios de concentrar nuestros esfuerzos en ciertas áreas bastante universales, empezando por las relaciones con otras personas.

Numerosas investigaciones respaldan la noción de que los individuos emparejados o que forman parte de un hogar familiar, de un círculo de amistades o de un grupo solidario con el que se identifican, se consideran más satisfechos emocionalmente que quienes viven solos, aislados o carecen de una red social de apoyo emocional.

Intercambiar emociones y pensamientos, dar y recibir afecto, y aceptar y ser aceptados por los demás son actividades que estimulan estados de ánimo positivos.

No me canso de resaltar los beneficios emocionales que nos aporta hablar. Gracias a los vínculos que existen entre las palabras y las emociones, hablar no sólo nos permite desahogarnos y liberarnos de las cosas que nos preocupan, sino experimentar los sentimientos placenteros que acompañan a la comunicación entre personas queridas.
De hecho, evocar, ordenar y verbalizar nuestros pensamientos en un ambiente acogedor es siempre una actividad gratificante. Por eso, somos muchos –aunque no lo digamos- los hombres y las mujeres que cuando no contamos con interlocutores humanos hablamos al perro, al gato, al pajarito o a las plantas que viven en casa.
Unos pocos nos sentimos mejor cuando hablamos con nosotros mismos, esos sí, en alto.

El niño con el pijama de Rayas


John Boyne
Salamandra
Enero 2008
Verdaderamente, es un libro sorprendente, atendiendo al tema:
1.- Por el autor: Dublinés, formado en el Trinity College
2.- Por el tiempo: Publicado en el año 2006
3.- Por el lenguaje: dirigido a un público en la primea adolescencia?
4.- Por la contraportada firmada por el editor: Un libro (no sólo) para adultos (??????)
Se lee de un tirón, pero te deja ... frío.
No sólo porque eres capaz de anticipar lo que va a pasar en cada página, sino porque los personajes son planos, el lenguaje es aséptico (de quirófano, diría yo), porque conforme se va confirmando en tu ánimo la absoluta falta de sorpresa de la trama, es como si se consolidara un cubito de hielo en el esternón (por dentro), y otros dos (uno por cada una) en las plantas de los piés.
"Qué bien!" -alguno dirá-, "seguro que es lo que el autor iba buscando, transmitir el completo horror ...."
Sólo queda aclarar que el libro llega a mis manos a través de las de Gonzalo (13 años) porque le han pedido en el Colegio que haga un trabajo.
Sin comentarios, también, para el Colegio

Las Arquitecturas del deseo

("Pillao" en un cafetín de Estambul)
Juan Antonio Marina
Dic.2007


Viviremos en precario, navegaremos erráticamente, mientras no consigamos fijarnos como especie.

Esto se hace más urgente en un instante en que las nuevas biotecnologías amplían desmesuradamente nuestras posibilidades de actuar sobre nosotros mismos.

No podemos saber lo que debemos hacer si no sabemos lo que tenemos que construir. “Sentido” significa, entre otras cosas, “dirección”, y al preguntar por el sentido de la vida preguntamos también por la meta a que nos dirigimos.

Somos una especie en busca de su esencia, y mientras no la fijemos nuestra existencia será un cotidiano “!Sálvese quien pueda!”

La humanidad quiere separarse del inevitable animal que vive dentro de nosotros para realizar un proyecto constituyente, que se empeña en definir. El hombre desea ser sagrado para el hombre (¡?) Somos seres en tránsito

Ortega: “El hombre no tiene naturaleza, sino historia”
Sarte: “El hombre no tiene esencia sino existencia"
JAT: “Los anteriores no tienen razón. Tenemos una naturaleza, unas estructuras fisiológicas y psicológicas comunes a todos los seres humanos pero que nos impulsan hacia una expansión sin rumbo definido, no planificada, lo que favorece la confusión"

Somos organismos inteligentes y sociales, es decir, creadores de cultura. Todos los humanos compartimos esta “naturaleza primaria”, que por su propio dinamismo actúa sobre si misma, rediseñándose.

El largo camino evolutivo manifiesta esta permanente redefinición ¿Era igual la esencia humana antes y después de adquirir el lenguaje? Una "naturaleza primera" no lingüística dio origen al lenguaje y, gracias a él y a sus posibilidades, emergió una “segunda naturaleza”, la esencia humana actual. Seguimos en proyecto.

Hay dos tipos de razón individual y social o compartida.

La individual puede ir muy racionalmente a lo suyo (Hume, preferible la destrucción del mundo a que yo pueda sufrir un arañazo). La razón compartida tiene otros criterios porque surge de la interacción entre los individuos. A veces, esta razón compartida forma el proyecto de buscar lo universalmente verdadero o deseable, y entonces emergen la ciencia y la ética.

Ambas son grandes corrientes de experiencia que se perfeccionan continuamente y que exigen un comportamiento muy preciso de las inteligencias personales.

El individuo embarcado en este proyecto discute, acepta, niega, acoge, rechaza, complementa, piensa contra sí mismo si es precioso, y se deja llevar por una calculada utopía: la verdad o el bien.

Quién ha llevado a esta conclusión? Quién ha elaborado este proyecto? Quién va a ponerlo en práctica?. Respuesta: la inteligencia compartida, la inteligencia social (No es metafísica, es que la interacción de las inteligencias individuales produce fenómenos emergentes).

El ser humano no es fruto de un monólogo, es hijo de la conversación.

sábado, 12 de enero de 2008

Las arquitecturas del deseo


José Antonio Marina
ANAGRAMA
2007
La economía opulenta (Galbraith) ha alterado radicalmente las funciones de la economía. El sistema productivo actual ya no está dirigido a satisfacer las necesidades existentes. Hay un exceso de producción (el sistema necesita producir –huída hacia adelante de los países desarrollados consumistas-) que ya no se rige por la demanda del cliente, sino por la misma oferta que el sistema crea (necesita crear).
En este nuevo régimen la publicidad deja de ser una ayuda para convertirse en un componente esencial de la nueva economía, que deja de ser economía de la demanda para convertirse en economía de la oferta. Su función es producir sujetos deseantes o, lo que es igual, hacer a los individuos conscientes de sus carencias. En este contexto debemos considerar la industria publicitaria un eficaz “intelectual colectivo” al servicio del mercado opulento.

La hipertrofia del mercado provoca insatisfacción porque produce necesidades y apetencias que sólo pueden ser efímeramente satisfechas (consumir significa aniquilar el objeto, con lo que para mantener el fuego del deseo encendido es preciso echar continuamente más madera).
Lo importante de la apetencia y el capricho es que se presenta como una urgencia que ha de ser resuelta inmediatamente, nos despeña por abismos superficiales, nos permite hacer submarinismo emocional en un charquito.
Aristóteles decía: Los deseos derivan del carácter, pero el carácter deriva de nuestra acción, por ello podemos con nuestros actos cambiar el carácter, y hacia eso se encamina la educación.
La inteligencia, además de resolver ecuaciones diferenciales, es sobretodo la aptitud para organizar los comportamientos, descubrir valores, inventar proyectos, mantenerlos, ser capaz de liberarnos del determinismo de la situación, solucionar problemas, plantearlos, prolongar el dinamismo de los deseos con proyecto sugestivos.

Y uno de sus proyectos más ambiciosos y constantes ha sido liberarse. La libertad, que al fin y al cabo es un componente de la esencia humana, tiene la misma condición que ésta: no es un comienzo sino una tarea.

El proyecto va a activar, motivar o dirigir la acción. Una vez que le entregamos el control, el proyecto reorganiza nuestra conducta. Y esto nos permite acceder a una libertad creadora.

El contrasentido se produce cuando empleamos nuestra libertad, sin saberlo, en encerrarnos en un círculo. Por ignorancia (Proyectos Profesionales vs Proyectos Vitales).
El pensamiento utópico va a consistir en inventar un modelo ideal quien, por comparación con un presente miserable, estimule el deseo, y, si lo consigue, pondrán en marcha un inacabable proceso de ajuste homeostático, esta vez, espiritual.